Casa Rosada: temor, dudas y algunos retornos no agradables
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Al igual que en el resto de las esferas públicas, la transición de gobierno también se vive en el edificio Balcarce 50.
Para el personal estable es casi una rutina -no muy placentera- el cambio de gestiones. Es que muchas veces son dejados a un lado por la nueva administración, no se les respeta su trabajo ni su experiencia. Aunque parezca inverosímil, en general no hay mucha tristeza por la partida del equipo de Macri, y no es precisamente porque tengan un buen recuerdo de los últimos años de Cristina de Kirchner.
Algunos más memoriosos también sacaron a relucir la fuerte personalidad del que ahora será el presidente de la Nación: “Néstor Kirchner y Alberto Fernández juntos eran de temer”.
El personal recuerda más los últimos años de la presidencia de Cristina, con los patios militantes, con los malos modos de Milagro Sala cuando venía a ver a algún funcionario, el temor a que se enoje “la Dra.” o los gritos de Oscar Parrilli, entonces secretario general de la Presidencia.
Esto llevó a que, en 2015, mucha gente vivió con esperanza la llegada de Mauricio Macri. Es que los empleados, más allá de que puedan tener una afiliación política o no, en líneas generales sienten el temor que tiene cualquier persona que trabaja en una empresa y de pronto cambian los dueños. Pero con el agravante de que nunca tiene mucha estabilidad en sus funciones.
Así, cuando llegó el gobierno de Cambiemos se alegraron al ver que se abrieron puertas, se sacaron cortinas, se eliminaron las vallas internas que impedían circular por la Casa. Que comenzaron a trabajar para mejorar las instalaciones de trabajo, del comedor, de los sanitarios, obras que aún continúan. Y, al principio, al menos se los consultaba, pero, al poco tiempo, comenzaron asombrados a observar que se los dejaba a un lado, que no valoraban ni siquiera el conocimiento de tantos años y que primaba en muchos de los nuevos funcionarios cierto prejuicio, en el sentido de que los empleados públicos no eran eficientes.
Esta generalización llevó a que muchos, que esperaron con ansias en 2015 un cambio de Gobierno (y probablemente muchos de ellos votaron a Macri siendo simpatizantes de otros partidos) vieron con tristeza que el trato no era muy distinto. “Son más educados que los anteriores, pero ningunean igual”, resumía un histórico de la Casa.
En general, hay bastante malestar con el secretario general de la presidencia, Fernando de Andreis, quien también comenzó a aislar al Presidente de la gente. Así, volvieron las restricciones para circular, vallas y limitaciones que se levantaron recién después de las PASO.
Faltan sólo dos días hábiles para que el gobierno de Cambiemos deje de conducir al país. Y ya se comenzó a ver la impronta del nuevo presidente en la Rosada. Algunos colaboradores del flamante presidente comenzaron a recorrer los diferentes despachos y establecer modificaciones.
Es más, se sabe que Alberto Fernández, cuando estuvo con el presidente Macri, preguntó por los cuadros históricos que adornaban el despacho y pidió que se lo restituyan. También ya se comenzaron a ver por las oficinas algunos colaboradores de Fernández.
Uno en particular ya generó algún resquemor, como fue el caso de quien se haría cargo de Ceremonial, Gustavo Omar Navarro. Es que Navarro supo estar en esta área y en 2015 enfrentó una demanda judicial por presentar facturas con sobreprecios en viajes oficiales al exterior llevado a cabo entre 2013 y 2015 por la entonces presidenta Cristina de Kirchner. La causa tramitó ante el juez Rodolfo Canicoba Corral, quien investigó un perjuicio al Estado por más de 1 millón de dólares “por la supuesta rendición de gastos irregulares del sector de Presidencia”. Navarro, quien en ese entonces era subdirector del Ceremonial, se defendió ante la Justicia argumentando que “no tenía tiempo para chequear, ni para detenerlos a chequear los distintos expedientes” y agregó que los “rendimientos de los distintos viajes, confiaba plenamente en el personal a cargo destinado en la comisión del viaje al exterior”. El personal de planta, que no tiene precisamente altos sueldos, se vio en la situación de tener que contratar abogados penalistas para demostrar que no eran responsables de los sobreprecios.
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Para el personal estable es casi una rutina -no muy placentera- el cambio de gestiones. Es que muchas veces son dejados a un lado por la nueva administración, no se les respeta su trabajo ni su experiencia. Aunque parezca inverosímil, en general no hay mucha tristeza por la partida del equipo de Macri, y no es precisamente porque tengan un buen recuerdo de los últimos años de Cristina de Kirchner.
Algunos más memoriosos también sacaron a relucir la fuerte personalidad del que ahora será el presidente de la Nación: “Néstor Kirchner y Alberto Fernández juntos eran de temer”.
El personal recuerda más los últimos años de la presidencia de Cristina, con los patios militantes, con los malos modos de Milagro Sala cuando venía a ver a algún funcionario, el temor a que se enoje “la Dra.” o los gritos de Oscar Parrilli, entonces secretario general de la Presidencia.
Esto llevó a que, en 2015, mucha gente vivió con esperanza la llegada de Mauricio Macri. Es que los empleados, más allá de que puedan tener una afiliación política o no, en líneas generales sienten el temor que tiene cualquier persona que trabaja en una empresa y de pronto cambian los dueños. Pero con el agravante de que nunca tiene mucha estabilidad en sus funciones.
Así, cuando llegó el gobierno de Cambiemos se alegraron al ver que se abrieron puertas, se sacaron cortinas, se eliminaron las vallas internas que impedían circular por la Casa. Que comenzaron a trabajar para mejorar las instalaciones de trabajo, del comedor, de los sanitarios, obras que aún continúan. Y, al principio, al menos se los consultaba, pero, al poco tiempo, comenzaron asombrados a observar que se los dejaba a un lado, que no valoraban ni siquiera el conocimiento de tantos años y que primaba en muchos de los nuevos funcionarios cierto prejuicio, en el sentido de que los empleados públicos no eran eficientes.
Esta generalización llevó a que muchos, que esperaron con ansias en 2015 un cambio de Gobierno (y probablemente muchos de ellos votaron a Macri siendo simpatizantes de otros partidos) vieron con tristeza que el trato no era muy distinto. “Son más educados que los anteriores, pero ningunean igual”, resumía un histórico de la Casa.
En general, hay bastante malestar con el secretario general de la presidencia, Fernando de Andreis, quien también comenzó a aislar al Presidente de la gente. Así, volvieron las restricciones para circular, vallas y limitaciones que se levantaron recién después de las PASO.
Faltan sólo dos días hábiles para que el gobierno de Cambiemos deje de conducir al país. Y ya se comenzó a ver la impronta del nuevo presidente en la Rosada. Algunos colaboradores del flamante presidente comenzaron a recorrer los diferentes despachos y establecer modificaciones.
Es más, se sabe que Alberto Fernández, cuando estuvo con el presidente Macri, preguntó por los cuadros históricos que adornaban el despacho y pidió que se lo restituyan. También ya se comenzaron a ver por las oficinas algunos colaboradores de Fernández.
Uno en particular ya generó algún resquemor, como fue el caso de quien se haría cargo de Ceremonial, Gustavo Omar Navarro. Es que Navarro supo estar en esta área y en 2015 enfrentó una demanda judicial por presentar facturas con sobreprecios en viajes oficiales al exterior llevado a cabo entre 2013 y 2015 por la entonces presidenta Cristina de Kirchner. La causa tramitó ante el juez Rodolfo Canicoba Corral, quien investigó un perjuicio al Estado por más de 1 millón de dólares “por la supuesta rendición de gastos irregulares del sector de Presidencia”. Navarro, quien en ese entonces era subdirector del Ceremonial, se defendió ante la Justicia argumentando que “no tenía tiempo para chequear, ni para detenerlos a chequear los distintos expedientes” y agregó que los “rendimientos de los distintos viajes, confiaba plenamente en el personal a cargo destinado en la comisión del viaje al exterior”. El personal de planta, que no tiene precisamente altos sueldos, se vio en la situación de tener que contratar abogados penalistas para demostrar que no eran responsables de los sobreprecios.
FUENTE AMBITO.COM —Por Liliana Franco