De los insultos al ejemplo de convivencia en EE.UU.: todos juntos en el funeral de Bush
Donald Trump llegó con Melania y se sentó en primera fila, junto a Barack y Michelle Obama; Bill y Hillary Clinton y Jimmy y Rosalynn Carter.
El presidente estadounidense Donald Trump ingresó con su esposa Melania por la nave central de la Catedral de Washington, recorrió el pasillo bajo la mirada de los centenares de personalidades presentes y se sentó en primera fila, junto a Barack y Michelle Obama; Bill y Hillary Clinton y Jimmy y Rosalynn Carter.
El presidente número 45, al lado del 44, del 42 y del 39 para despedir al 41, George Herbert Walker Bush. El 43, George W Bush, estaba en el banco del otro lado, con su familia, que incluye a un ex gobernador y precandidato presidencial, Jeb Bush.
Allí estaban, todos juntos para una foto histórica en unos de los momentos de división política más profundos de la historia de los Estados Unidos. Muchos de los presentes en primera fila se han insultado, se han dicho de todo, con sutilezas o en forma descarnada. Pero más allá de todo, primó la institucionalidad: allí estaban todos, unidos en homenaje a uno de los presidentes más respetados de los últimos tiempos.
El presidente Donald Trump y Melania, junto a los ex presidentes y sus esposas. AFP
La postal fue lograda por propia decisión de Bush, fallecido el viernes a los 94 años, que dejó instrucciones precisas de su funeral, una práctica común de todos los mandatarios estadounidenses desde el asesinato de John Kennedy, que comienzan a pensar en la posteridad ni bien llegan a la Casa Blanca. El patriarca de la dinastía quiso que su funeral fuera un ejemplo de convivencia en tiempos difíciles.
Matthew Costello, de la White House Historical Association, cuenta que la del funeral “es una conversación que comienza temprano durante la presidencia”, dice. “Es que no es algo solo tuyo, es sobre el país, las instituciones…No es tu funeral privado. Es algo más grande. Representa mucho más: qué somos como estadounidenses, el carácter estadounidense y como tratamos de definirnos nosotros mismos como país, con nuestros propios rituales”.
Si bien no era jefe de Estado, pesaba el antecedente del popular senador republicano John McCain, que falleció en agosto y había dejado consignado que no quería a Trump en su funeral. El presidente había llegado a insultarlo en la campaña e incluso burlarse de su condición de héroe de guerra. El presidente tampoco fue invitado en abril al entierro de Bárbara Bush, esposa y madre de dos habitantes de la Casa Blanca, a una ceremonia donde sí fue Melania, además de los Clinton y los Obama.
Pero este funeral de Estado se colocó por encima todas las disputas políticas. Bush dejó escrito que quería la presencia de Trump en su despedida, a pesar de que fue un enemigo feroz de su familia. En campaña, el magnate había prometido “terminar con la dinastía Bush”, había criticado a George W por ir a la guerra con Irak y había tenido fuertes encontronazos con Jeb durante las primarias: llegó a calificar al precandidato como “pobre, patético y débil” y lo llamaba “batería baja Bush”. Bush padre llamó públicamente a no votar por Trump en las últimas elecciones. Bárbara lo crítico duramente y lo acusó de misógino.
Trump, Obama, Clinton y Carter en la catedral Nacional. AP
Más recordadas son las peleas de Trump con Hillary, durante la campaña electoral e incluso cuando ya era presidente. Él la llamaba “la corrupta Hillary” y pedía públicamente que la encarcelaran. A Bill también lo ha criticado, sobre todo cuando le llovían acusaciones sobre cómo trataba a las mujeres.
Los Obama nunca perdonarán a Trump que el magnate haya instalado la idea de que Barack había nacido en Kenia y no en los Estados Unidos, una falsedad que se instaló entre millones de estadounidenses. A pesar de que hizo un traspaso de mando prolijo, el presidente saliente hizo una dura campaña contra los republicanos en las últimas elecciones.
Salvo con Trump, los Bush se llevan bien con todos los ex mandatarios, más allá del signo político. Y el cariño es recíproco. Clinton escribió el domingo en The Washington Post la cálida nota que le dejó el patriarca cuando le dio la bienvenida a la Casa Blanca y recordó su amistad. Los Obama también se han hecho amigos de todos sus antecesores, especialmente de George W, y son públicas las manifestaciones de afecto entre ellos. Jimmy Carter está más allá del bien y del mal: es alguien que todo el mundo respeta.
Cuando llegó a la catedral, Trump y Melania extendieron su mano a quien estaban a su lado: Obama y Michelle. Bill miró, pero no fue correspondido. Hillary tenía los ojos puestos en el altar, ni siquiera miró al costado. El presidente estuvo toda la ceremonia con gesto incómodo, mientras los ex mandatarios demócratas hacían comentarios entre ellos. Cuando ingresó la familia Bush, George W saludó a todos, uno por uno. Pero, en medio de su dolor, tuvo un gesto de complicidad con Michelle: le colocó disimuladamente en su mano una pastilla de menta y así le devolvió la gentileza que ella había tenido en el funeral de McCain.
Trump se enteró del fallecimiento de Bush cuando estaba en Buenos Aires, en pleno G20 y pareció conmovido con el gesto de haber sido incluido en su lista de invitados en medio de la enorme polarización que vive Estados Unidos. Declaró enseguida tres días de duelo nacional y ofreció un avión oficial para trasladar el cuerpo hacia Texas, donde será enterrado junto a Bárbara. Más allá de las peleas, los odios y las divisiones, Trump tuiteó palabras elogiosas hacia el ex presidente y estuvo estoico allí, en primera fila. Las instituciones funcionaron y todo Estados Unidos pareció unido al fin, al menos por un día.
FUENTE DIARIO CLARIN