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Egipto, el gigante que quiere volver a brillar

Crónica de un recorrido por Egipto, entre el pasado y la construcción de un futuro.

Las caóticas calles de El Cairo, los mercados, las pirámides de Giza, un paseo por el Nilo y las leyendas de Alejandría.

Las pirámides y la esfinge de Giza, grandes atractivos de Egipto para el turismo internacional.

Ningún otro país tiene tan arraigada, desde hace miles de años, la idea de que a la vida terrenal le sigue otra vida. En el antiguo Egipto, la muerte era sólo un paso en la búsqueda de Aaru, el paraíso que soñaban desde obreros hasta faraones. Y en eso anda este coloso turístico, anhelando un renacimiento. Con sus muchas caras, mantiene al visitante siempre con un pie en el pasado y otro en el presente. Luego de años convulsionados, ahora también se muestra firme en su intento por construir un futuro.

El turismo en el país busca navegar en la barca de Ra, el dios Sol que los antiguos deseaban para su posvida. No murió en los últimos años, pero casi. La Primavera Árabe, que en su tramo local derrumbó la dictadura de 20 años de Mubarak, la convulsión política que le siguió y una serie de ataques cruentos de extremistas islámicos provocaron un desastre en ese sector económico clave.

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El templo de Ramsés II, en Abu Simbel (Fernanda Iturrieta).

El turismo internacional en Egipto tuvo su punto más bajo en 2016, con apenas un tercio de los visitantes del pico de 2010, cuando más de 14 millones de personas llegaron justo antes de la ola de revoluciones en el mundo árabe. La sangría parece detenida y el 2017 terminó con el primer repunte en seis años. La industria se aferra a ese brote verde.

Tiene con qué. Con el Nilo como denominador común, el país es un poliedro imposible de abarcar completamente, con el inmenso desierto como marco, pero que puede concentrarse en tres ciudades: la bulliciosa El Cairo, la bucólica Asuán (o Aswan) y la cosmopolita Alejandría. En cada una, con diferentes aromas y gracias, el pasado milenario sirve de sostén a las aspiraciones de futuro.

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La pirámide de Keops en Giza, Egipto

El Cairo, ciudad absorbente La ciudad más grande del mundo árabe es un desafío para el visitante. Se tarda un tiempo en descifrar El Cairo, pero cuando ocurre es una ciudad absorbente, en capas muchas veces superpuestas.

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La Mezquita Muhammad Alí, también conocida como mezquita de alabastro (Fernanda Iturrieta)

El paseo obligado por el casco histórico implica detenerse para admirar la arquitectura de decenas de mezquitas, especialmente la de Muhammad Alí, que ofrece una vista subyugante de buena parte de la ciudad; la de Ibn Tulun, con su patio inmenso; y la de Al-Hakim, con preciosos almenares. Pero también, y esa es una clave del paseo urbano, los diseños de casas en la calle El Muizz, con sus celosías de intrincados arabescos y detalles minuciosos. Se trata de un museo a cielo abierto.

Lo mismo que la Ciudad de los Muertos, la necrópolis en el sur de la ciudad donde muchos cairotas, agobiados por la sobrepoblación, se instalaron para vivir entre las tumbas y los mausoleos.

Otro imprescindible que no necesita planificación es la visita al mercado de Jan el-Jalili, un manjar para aquellos dispuestos a perderse por horas en caminatas por estrechos y laberínticos callejones. Es un zoco exuberante, en más de un sentido: un ir y venir que ofrece tapices de dos metros y rollos de seda hasta granos en sacos enormes. Y celulares a un pasito de piezas de ajedrez modeladas sobre hueso de camello. Todo matizado con el espectáculo de los cairotas sentados en las mesas de los bares fumando con shesha o bebiendo té. Para las compras, el regateo es obligado, norma de etiqueta y acto de comunicación. Los vendedores exudan intensidad. Pero basta con evitar el contacto visual para andar tranquilo.

Y en cualquier caminata conviene prestar atención al tránsito. Increíble que en una ciudad con 23 millones de habitantes los semáforos se cuenten con los dedos de las manos, pero así es. El bocinazo es ley y el tráfico un “caos organizado” donde el peatón casi nunca tiene prioridad.

Eso vale tanto para El Cairo histórico como para el moderno y lujoso barrio de Zamalek y la isla Gezira, donde se erige la Torre de El Cairo y deslumbra la Ópera de la ciudad. Y sobre todo el centro de la ciudad: resulta una odisea cruzar a pie avenidas alrededor de Tahrir Square, escenario de las principales movilizaciones de la Primavera Árabe.

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Egipto busca transmitir una sensación de seguridad y hay controles permanentes en aeropuertos, hoteles y sitios históricos (Fernanda Iturrieta)

A seis años de esa ola de protestas, si hay algo que Egipto intenta transmitir es la sensación de seguridad, no sólo en El Cairo. Más allá de la lógica de los aeropuertos, lo cierto es que viajar a cualquier ciudad del país implica someterse a escaneos permanentes al entrar en hoteles, restaurantes o sitios históricos. La capital, sin llegar a ser una ciudad militarizada, da señales de prevención permanente constante en retenes y controles. Con un nuevo “hombre fuerte” en el poder, el ex ministro de Defensa Al-Sisi -que parece tener asegurada la reelección en marzo-, la sensación que se palpa en la calle es de estabilidad y control.

Eso no impide una vida nocturna amplia y variada, en una ciudad que se mueve sin pausa las 24 horas. O espacios de relajación inapreciables, como la amplia oferta de paseos en velero o yates por el río Nilo, con hermosas panorámicas de la ciudad.

Para cualquier actividad, el cambio egipcio es un alivio para las mentes argentinas atormentadas por las matemáticas. Básicamente porque la relación entre la libra egipcia y el dólar es similar a la del peso. El dólar ronda las 18 libras egipcias. Desde esa base, Egipto es un sitio barato para los argentinos. En algunos aspectos, ridículamente barato.

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Egipto es un destino barato para los argentinos. El dólar ronda las 18 libras egipcias .

Pirámides que hipnotizan

Por supuesto, el gran atractivo siguen siendo las pirámides de Giza, en las afueras de El Cairo. Los enjambres de turistas arremolinados no les quitan esplendor y son, junto con la Esfinge, hipnóticas. Allí, conviene superar la claustrofobia y gastar las 300 libras egipcias (unos 350 pesos argentinos) que cuesta el ingreso a la pirámide de Keops. Llegar hasta la cámara del rey subiendo por una rampa de madera con apenas escalones es una experiencia única, sintiendo el aire denso y el peso de las miles de toneladas de piedra sobre la cabeza.

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Las pirámides de Giza, en las afueras de El Cairo, Egipto (Fernanda Iturrieta).

En el lugar, una opción que completa la experiencia es comer o tomar algo, en el Mena House Hotel, con un jardín encantador y la única visión privilegiada de las pirámides de Keops y Kefrén desde sus mesas.

También son muy convocantes los tradicionales shows de luces y color en la Esfinge, que antes de la Revolución Árabe eran ocho por día, en todos los idiomas, y luego se redujeron a sólo uno. Ahora son tres. Síntomas de la reconstrucción.

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La Gran Esfinge en Giza, en las afueras de El Cairo, Egipto (REUTERS/Mohamed Abd El Ghany)

En el museo

El menú arqueológico en El Cairo debe tener también su parada en el Museo Egipcio, con sus más de 130 mil piezas y una mudanza parcial y ya iniciada hacia el Nuevo Museo que se construye cerca de la Necrópolis de Giza. Más allá del valor de la entrada, aquí también conviene pagar un poco más (algo más de 150 pesos) para poder contemplar las momias de una docena de faraones.

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Museo Egipcio (Fernanda Iturrieta)

Son rostros reales que imponen respeto y silencio y se ven con detalles las marcas de sus vidas en pelos y uñas. La cara de Seqenen-Ra-Ta II exhibe la grieta en su rostro del garrotazo que lo mató, así como el célebre Ramses II muestra las huellas de su larga y próspera vida (87 años, una enormidad para los estándares de la época).

El segundo piso es un festín de Tutankamón y de forma integral muestra lo maravilloso de su descubrimiento, el más completo de la tumba de un faraón. Son cientos y cientos de piezas, desde pequeñas joyas hasta enormes cajas que, como muñecas rusas, contenían el sarcófago.

En pocos meses, la totalidad de ese tesoro será trasladado al nuevo museo que se construye en Giza, cerca de las pirámides, y exhibido por primera vez en forma completa. El atractivo del faraón emblemático, sobre todo de su máscara mortuoria, es tal que las autoridades del nuevo museo tienen claro que en el momento en que se traslade esa pieza ya no habrá marcha atrás con la mudanza.

Asuán, un oasis en el desierto

A unos 1.000 kilómetros de El Cairo, ciudad con la que la une un vuelo diario por la mañana, Asuán es literalmente un oasis en medio del desierto. La ciudad meridional más grande de Egipto ofrece calma y un mayor contacto con la naturaleza. Allí, el río que es fuente de vida para el país inicia su trayecto por Egipto con un rostro diferente. Si en la capital es una viga fuerte que sostiene a la ciudad, en Asuán es una caricia que se va desplegando sobre costas casi vírgenes.

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Cruceros amarrados en la orilla del río Nilo en la ciudad de Asuán (EFE/Marina Villén).

Visitar el templo de Philae, reconstruido piedra por piedra a unos 300 metros de su emplazamiento original, implica un paseo en lancha por el Nilo que vale la visita. El templo de Isis lleva al visitante a saltos en la historia que son palpables, concretos. A muchos de los jeroglíficos que datan del siglo III antes de Cristo los coptos les tallaron cruces más cerca en el tiempo, durante el reinado de Justiniano I como emperador en el siglo IV de esta era. Y se le suman las inscripciones en francés de los soldados bonapartinos que pasaban por el lugar a fines del siglo XVIII.

Si uno tiene la suerte de parar en el Old Cataract de Asuán, o cenar en alguno de sus múltiples restaurantes puede, con la mirada en el Nilo, comer delicias como un mouttabal o ensaladas fattoush o tabulé, platos típicos de la región, a sólo 130 pesos argentinos, un plato de spaghetti a 150 pesos. O la famosa y original Old Cataract Hamburger al mismo precio.

Incluso en ese sitio de ensueño, donde se alojaban Winston Churchill y Agatha Christie (las habitaciones que usaban, con sus nombres, guardan el mismo mobiliario de sus “dueños” y están disponibles para bolsillos muy llenos), aparecen en las comidas dos elementos discordantes que se repiten en cada experiencia culinaria en Egipto. No importa el lujo del asiento que uno tome para disfrutar un plato mediterráneo o del interior del país, el agua se sirve desde la botella de plástico y es destapada en presencia del comensal. Y es bastante común que se permita fumar donde se come, e incluso en lugares cerrados y semipúblicos como los lobbies de los hoteles.

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Pueblo Nubio, al que se llega en una embarcación llamada faluca (Fernanda Iturrieta).

Otro atractivo de Asuán es el mercado de los nubios, los egipcios del sur, en su mayoría de raza negra. La calidez de los habitantes es una marca. Los paseos son, de nuevo, muy baratos. Algo más de 100 pesos por el viaje de una hora y apenas 15 por persona si se arma un pool de más de ocho pasajeros. Siendo la ciudad más al sur de Egipto, es una ventana por la que asomarse algo al África negra.

Vientos del Mediterráneo

En el otro extremo del país, Alejandría es una ciudad que combina la cultura egipcia con los vientos del Mediterráneo. Y nuevamente se cruzan pasado, presente y futuro.

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El fuerte o ciudadela de Qaitbay, donde antiguamente estaba el célebre faro de Alejandría (Fernanda Iturrieta).

Sin el original, el verdadero faro de Alejandría hoy es su Biblioteca, un edificio lleno de sorpresas. No sólo por la majestuosidad de sus salones de lectura y el acogedor diseño, sino también porque es un edificio vivo y actual. Recorrerlo implica esquivar a cientos de escolares que andan de acá para allá. Con más calma, conviene ver tranquilo la colección de libros antiguos, y maravillarse con el escáner robotizado de ejemplares o la impresora automática de libros.

Más allá de los balnearios, con playas acordonadas por escolleras que los convierten casi en piletas gigantes, un paseo esencial es el del Palacio Montaza, con esplendorosos jardines. Allí, se puede terminar el día con cena de frutos de mar en el restaurante The Meds del Palacio. La botarga, el caviar egipcio, es delicioso.

Como en las demás ciudades egipcias, y a pesar de la rotunda mayoría islámica, en Alejandría no es difícil consumir alcohol, en especial cervezas. Cerca de la ciudad, abierta al público para disfrutar catas y visitas guiadas, está el centro de la incipiente industria vitivinícola egipcia, la bodega de Gianaclis, una compañía que brilló a mediados del siglo XX, que fue nacionalizada por Nasser y que tras languidecer durante décadas, desde comienzos de siglo cobró nuevos bríos en manos de una multinacional.

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Entrada al templo faraónico de Karnak, en la ciudad de Luxor (EFE/Marina Villén)

En Alejandría, donde el río Nilo se confunde con el mar Mediterráneo, un proyecto aún no iniciado vuelve a enlazar al antiguo Egipto con el futuro. La idea es construir túneles que permitan ver las ruinas alejandrinas de la antigua ciudad, a unos 200 metros de la costa. Por lo pronto, en términos de reliquias se puede disfrutar un completo anfiteatro romano y la columna de Pompeyo. Y sentirse en una ciudad pluricultural, la más “europea” del país.

Los menús pueden agrandarse con la obvia escala en Luxor, donde el Valle de los Reyes y el templo de Karnak songrandes íconos del centro del país. Y con los diversos centros turísticos sobre el mar Rojo, como Hurgada.

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El Valle de los Reyes en Luxor (Fernanda Iturrieta).

Donde uno vaya en Egipto se encontrará con un gigante turístico que busca el camino de salida de la crisis. Por el atractivo paisajístico y cultural, y las ventajas económicas, para el turista argentino, como reza el dicho, esa crisis es sinónimo de oportunidad.

MINIGUÍA

Cómo llegar. No hay vuelos directos de Buenos Aires a El Cairo. El pasaje con Alitalia cuesta 37.000 pesos, con impuestos, para mediados de abril. Con Turkish Airlines, desde 37.800 (Despegar.com).

Dónde alojarse. En el hotel Intercontinental Cairo Semiramis, 5 estrellas, desde US$ 100 la habitación doble por noche. En el Novotel Cairo El Borg, desde US$ 85. En el Sofitel Legend Old Cataract, en Asuán, desde US$ 212 en abril (www.booking.com).

Paquetes. El operador Emeco Travel ofrece varios paquetes a través de las agencias.

Programa de 11 días y 10 noches recorriendo El Cairo, Asuán, Alejandría y 3 noches en crucero con pensión completa por el Nilo. Incluye alojamiento con desayuno, dos almuerzos, crucero con pensión completa, visitas programadas y cuesta desde US$ 1.080 por persona. No incluye pasajes aéreos ni la visa de Egipto (www.allseasons.com.ar).

Paquete de 8 noches con crucero por el Nilo. Itinerario: El Cairo, Pirámides de Giza, Memphis, Sakkara, Museo Arqueológico, mercados Khan El Khalili, Ciudadela de Saladino, Mezquita de Alabastro, Barrio Copto, Alejandria, los templos de Luxor y Karnak, el Valle de los Reyes, los Templos de Edfu y Komombo, Asuán, la Gran Represa, Abu Simbel, Paseo en Feluca por el Nilo, los Pueblos Nubios. Cuesta desde US$ 1.000 por persona. Opcional para sumar a la propuesta: playas de Sharm El Sheikh, Hurghada, El Gouna, Sahl Elhasheesh (Arab Tour, 4811-6916; e-mail edna@arabtour.com.ar; www.arabtour.com.ar).

Moneda. Es la libra egipcia. Un dólar equivale a 17,70 libras.

Atención. Para ingresar en Egipto se necesita visa. Puede tramitarse en el momento de ingresar en el país y cuesta US$ 25.

Dónde informarse. www.egypt.travel/es/ www.sca-egypt.org www.amcham.org.eg www.emeco.com

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