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Enfrenta a los vendedores de drogas del barrio Meloni en Tafí Viejo

El panadero Daniel Falcón asegura que el consumo de pasta base es la principal causa de la inseguridad en los barrios de la “Capital del Limón” Los denunció por Facebook y pidió ayuda a sus vecinos y a las autoridades. “Estoy exponiendo mi vida”, dice

“Estoy convencido de que el 80 % de la inseguridad en Tafí Viejo tiene que ver con el consumo de drogas. Aquí, el que sale a comprar paco después va a delinquir. Los ‘transas’ trajeron inseguridad y muerte. Hay adolescentes que cuando salen de la escuela vienen a comprar drogas. Todo eso me duele mucho. Por eso decidí reunirme con los vecinos para encontrar juntos una solución”. Con esas palabras, Daniel Falcón resume la realidad que vive desde hace años en el barrio Meloni de Tafí Viejo, donde reside junto a su esposa y sus hijos.

“A tres casas de la mía vive un ‘transa’. Ahora está molesto conmigo porque sabe que yo a los chicos que van a comprarle droga, no los dejo pasar por aquí”, cuenta. “Es un gran riesgo, porque mi hija más chica, de siete años, asiste a la escuela con los hijos de ellos”, relata.

Falcón tiene 50 años. En su casa tiene instalada una pequeña panadería donde produce pan, facturas, tortillas y rosquetes. Todas las mañanas sale en su carro a vender puerta a puerta. “Recorro todos los barrios vendiendo. Así aprendí a conocer todo lo que tiene que ver con el problema de la droga”, explica.

La humilde barriada de calles de tierra está ubicada en la zona norte de la “Capital del Limón”. La vivienda de Falcón está emplazada al final de la cuadra, a pocos metros de un inmenso zanjón que hace las veces de límite con el barrio Nueva Esperanza. Dos perros rottweiler custodian el fondo de la propiedad. “Lo que pasa es que los chicos se meten por atrás para ir a la casa del ‘transa’”, explica.

Cansado de esa situación, Falcón decidió enfrentar a los vendedores de droga. Comenzó a reunirse con sus vecinos y a realizar publicaciones en Facebook escrachando a los vendedores. También colocó, frente a su casa, dos banderas de Argentina con las inscripciones: “Por mi barrio sin transas” y “La droga mata vidas”. “Estoy cansado de la venta de drogas. Están matando a los chicos. Estoy exponiendo mi vida y la de mi familia, pero tengo valor para luchar”, confiesa.

Falcón explica que desde entonces se ganó el odio de los dealers de la zona, que comenzaron a amenazarlo. “Se creen que porque venden drogas son los dueños de la cuadra. El problema es que si los dejamos que avancen, van a terminar adueñándose del barrio”, sostiene, y cuenta que solicitó ayuda a las autoridades de su municipio y de la provincia. “Desde hace dos años que pido ayuda. Me reuní con autoridades de la Municipalidad de Tafí Viejo y también con funcionarios provinciales. Por ahora, sólo vinieron para sacarse una foto, pero no traen soluciones”, se lamenta.

Falcón pidió a las autoridades mayor presencia policial en la zona y que se instale en Tafí Viejo una delegación de la Dirección General de Drogas Peligrosas. “No hacen falta grandes despliegues. Con cinco policías impidiendo que los chicos lleguen hasta la casa del transa, ya estarían haciendo muchísimo, porque no van a poder vender”, señala.

El referente barrial cuenta que notó un cambio en la zona hace unos 15 años. “Los chicos que yo había visto crecer se habían vuelto adictos. Ahora, muchos son padres y otros se suicidaron en medio de crisis de abstinencia. Hubo un caso terrible, en que uno se ahorcó en la misma casa del ‘transa’. Creo que muchos se drogan porque no tienen oportunidades”, cuenta.

Por ese motivo Falcón, junto a sus vecinos, se planteó como objetivo desarrollar en una escuela de la zona un centro de formación en oficios para intentar rescatar a los chicos del barrio.

Un tal “Mono” sería el principal vendedor de droga de la zona. Otro es conocido como “Titilo”. Manejarían el negocio de la pasta base en los barrios Meloni, Calpini, Niño Jesús y La Toma.

“Por la noche es terrible. No descansan. Las motos van y vienen. Los perros se enloquecen. Los transas dejan que los adictos se queden a consumir en su casa. Los chicos andan desesperados viendo a quién le van a robar para consumir”, concluyó.

Fuente: La Gaceta

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