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A la espera de la Superfinal

Extirpada de Sudamérica, la definición de la Libertadores será el show futbolístico más atractivo del fin de semana en Europa y un escaparate de lujo para las joyas de los dos equipos.

Desde antes de que alguien pateara una pelota, desde antes de que los tiempos fueran tiempos, desde antes que el antes, se soñó una final River-Boca. Una final como esta, de Copa Libertadores, superadora de aquella definición del Nacional 76 y de la reciente Supercopa. La mejor propuesta, en el mejor escenario, el Santiago Bernabéu, la casa del Real Madrid.

El glamour de la Champions, tan prolija, tan perfecta, no proporciona el barro pasional de un River-Boca, aún con esas manchas irracionales de gases pimientas y lanzamientos de cascotes. A los ojos europeos la llegada del Superclásico es una suerte de circo ambulante trasplantado, algo de barbarie primitiva que la civilización toma prestada de la cantera sudamericana su duelo más imponente. Pasado el pecado de la suspensión en el Monumental, barrida la mugre bajo las alfombras, la Conmebol ofrece su materia prima en estado puro. ¿Que mejor que el Bernabéu como pasarela?

Si todo lo que pasó desde que el bus de Boca dobló en Libertador hacia la diagonal de Lidoro Quinteros no fuera suficiente, por premeditación o simple azar, los planetas alinearon al River-Boca para ponerlo en el centro del universo futbolero. Que Brasil, que Medellín, que Miami, que Doha… Al fin, alguien aún no identificado debidamente mostró los billetes para traer a Madrid a las dos poderosas fuerzas en pugna. Luego, este fin de semana, el cronograma europeo abrió paso y dejó el camino libre. Atlético contra Alavés y Barcelona visitando a Espanyol en el derby catalán va el sábado y el Real juega en casa de Huesca el domingo y al mediodía, bien lejos. La Premier ofrece solo Newcastle-Wolverhampton. El PSG de los millonarios qataríes postergó con Montpellier y de los seis partidos de la Serie A sólo se destaca un devaluado Milan-Torino.

Es así, River-Boca tiene todos los ojos del mundo encima.

No por dicho o sabido hay que obviarlo. Habrá un ganador. Un campeón. Y el campeón se va a Abu Dhabi al Mundial de Clubes donde previsiblemente enfrentará a Real Madrid en la final. Otro atractivo para los españoles pendientes del clásico argentino de extramuros.

Hay tanto en juego y tanta confianza en los dos campamentos que tanto River y Boca tienen previsto regresar a Buenos Aires lo antes posible luego de sus 90 (o 120 y penales) minutos en el Bernabéu en vez de emprender el viaje lógico hacia el Golfo Pérsico. Allí el campeón jugará el 18 y la final será el 22. Pero prefirieron “volver a casa” a darse el baño de multitudes de los festejos y después volar al Mundial. La ministra Patricia Bullrich deberá ser buena organizadora de esa fiesta.

Gallardo dijo que evaluará su futuro a fin de año. Amo inoxidable de River, una derrota no lo condenará en absoluto delante de sus hinchas. Un triunfo obligará a comprar bronce para la estatua. Es muy probable que Guillermo ponga fin a su etapa en Boca. Ganó dos títulos locales, la Copa sería broche de oro, si cae el lugar común. Tampoco una caída en el coliseo de la Castellana devaluará el afecto de la gente de Boca. El Mellizo fue, además, jugador de una época brillante. Naturalmente, ninguno entrega la derrota. Y menos los jugadores que, además de la gloria y el amor eterno ponen en juego su futuro. Algunos tendrán sobre sí la mitad de los poderoso clubes europeos. Exequiel Palacio, de quienes se afirma que ya “es” del Madrid, Martínez, Borré, Barrios, Pavón… Podrían añadirse apellidos a la nómina.

La pregunta del millón es a quien beneficia la “neutralidad” del Bernabéu, una especie de caja, parecida a la Bombonera, de tribunas altas y empinadas. El aliento sostenido que no suele tener el Madrid será un espectáculo en sí mismo para los casi 85 mil asistentes posibles. River perdió la localía y tiene derecho a sentirse perjudicado. ¿Será tan así? A veces la presencia de los propios es una presión añadida. No podrá celebrar en casa pero amortiguará el dolor de la derrota, si es que cabe. ¿Lo beneficia a Boca no ir al Monumental? Otra pregunta del millón. Jugado lo jugado, no deberá soportar la celebración ajena como si fuera Núñez. Y una Copa Libertadores se festeja en cualquier parte. Y el Bernabéu es algo más que “cualquier parte”.

Aunque River es, técnicamente local, será visitante. A los hinchas de Boca les darán la tribuna del Fondo Sur que da sobre la calle Concha Espina. Para quienes sigan la TV, “a la izquierda de la pantalla” como decía hace siglos un antiguo relator. El Fondo Norte, sobre la calle Salgado, para River. Y todo bajo la vigilancia de un operativo cuyas características definitivas recién se conocerán hoy.

Será especial. En España no suele haber presencia de visitantes. Se reducen a no más de mil en los clásicos más sonados y por lo general no hay más de 2.000 agentes en esos partidos. No será el caso. Y no es seguro que revelen cuánta policía estará afectada. Vaya una prueba de lo que será: la prensa deberá pasar tres controles antes de acceder al estadio.

Y por supuesto, también la atención estará en los barras. Hasta ahora no se los advirtió en Madrid, pero que van a estar, van a estar. Dependerá de ellos, también guardarse sus modus operandi para terrenos más conocidos, permeables y flexibles…

Cada ladrillo del Bernabéu habría que agradecérselo a Di Stéfano. Lo saben los madridistas como saben que es una gloria de River como jugador y técnico. Y que también fue campeón cuando dirigió a Boca. Otra vez, River y Boca en caminos paralelos, en el estadio que de alguna manera, también les pertenece. Es que esta historia de River y Boca viene de antes de la historia, antes de que los tiempos empezaran a ser tiempos.

FUENTE DIARIO CLARIN

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