La consagración de la selección Sub 15: la Argentina es un campeón de casualidad
Los chicos, dirigidos por Diego Placente, remontaron el 0-2 parcial, les ganaron 3-2 a Brasil en San Juan y son campeones sudamericanos.
Los beneficios de la victoria siempre están a la vista, pero sus daños son corrosivos, embaucadores, subterráneos. Acababa de ganar el Mundial Sub 20 de Qatar 1995 cuando le preguntaron a José Pekerman si el resultado había sido lo más importante: «Perder un partido no es el final y ganar no es lo único que sirve. Si ahora, por ejemplo, Sorin no se consolida en el fútbol grande, el esfuerzo no habrá servido de nada. La selección juvenil sólo sirve si los jugadores empiezan a crecer a partir de ella». El éxito había acariciado a Pekerman en su primer mundial como entrenador juvenil, pero no perdía de vista lo trascendente.
La selección le ganó 3-2 a Brasil en la final, jugada en el estadio del Bicentenario de San Juan, y obtuvo el Sudamericano sub 15 por primera vez en su historia
Argentina se consagró campeón Sudamericano Sub 15 por primera vez en su historia. El valor del éxito es refrescante, reparador. También, apenas un punto de partida para la refundación de los seleccionados argentinos que comenzó el 13 de julio pasado. No existe magia en cuatro meses; sí, quizá, un círculo de compromiso y capacidad. Cinco victorias, dos empates, 25 goles a favor. y el triunfo final sobre Brasil, nada menos, el tetracampeón de la categoría que había ganado sus seis partidos en el certamen. Y ningún expulsado en el plantel albiceleste, un registro más valioso aún. Diego Placente, una intriga como DT hasta hace dos semanas, construyó un equipo atrevido, intenso y singularmente equilibrado para una edad de lógicos vaivenes. Valiente, perseverante. Capaz de regresar después de dos martillazos para darle bordados de épica al triunfo por 3 a 2. Una coronación soñada.
El gol que le dio el título a la Argentina
Hace años, Pekerman conversaba con un chico que no era uno más. El entrenador le contaba del orgullo que le producía cuando desde el exterior le preguntan cuáles eran las razones del amor de los jugadores argentinos por la camiseta de la selección. José hablaba y el pibe escuchaba. «Javier, nuestra obligación es mantener viva esa conquista. ¿Cómo? Teniendo memoria. Cuando alguien cree que las cosas se consiguen fácilmente, hay que advertirle que no es así, que en la selección hay que ganarse un lugar porque cuesta mucho esfuerzo mantenerlo. El jugador debe entender que cada vez que llega a la selección debe defender un prestigio que antes construyeron otros». El chiquilín, Javier, era Mascherano. Vale viajar en el tiempo entre aquel momento y la noche de San Juan. Lección para el capitán Juan Sforza, para Matías Godoy, para Juan Pablo Krilanovich, para Ezequiel Zeballos o para Bruno Amione y su gol consagratorio., pibes que bien merecido tienen este festejo. Sin perder de vista lo esencial.
«Si la Argentina llegase a ganar este Sudamericano Sub 15, habría algo de casualidad en esa conquista», asumía Hermes Desio desde su condición de coordinador general de los seleccionados juveniles, días antes del debut en el Sudamericano. No mentirse al solitario es la mejor plataforma de lanzamiento: después de una década de incompetencia y abandono, el título es apenas una anécdota. Reconfortante, sin dudas. Pero que haya un cambio confiable será la auténtica victoria.