EDUCACION

Maestros rurales llevan en sus propios autos la tarea y comida para sus alumnos.

 Viernes por medio, un grupo de docentes de la localidad de Oliden, un pequeño pueblo del partido de Brandsen, recorre distintos puntos de la ruta 54 para garantizar la entrega de bolsones de alimentos y cuadernillos educativos desde que comenzó la pandemia. Viernes por medio, un grupo de docentes de la localidad de Oliden, un pequeño pueblo del partido de Brandsen, recorre distintos puntos de la ruta 54 para garantizar la entrega de bolsones de alimentos y cuadernillos educativos desde que comenzó la pandemia.

Un grupo de maestras y maestros rurales de la localidad de Oliden, un pequeño pueblo del partido de Brandsen, en la provincia de Buenos Aires, recorre quincenalmente distintos puntos de la ruta 54 para garantizar la entrega de bolsones de alimentos y cuadernillos educativos para sus alumnos desde que comenzó la pandemia por coronavirus.
La escuela primaria Nro. 2, el jardín Nro. 907 y la secundaria Nro. 5 son tres de las de las 3108 escuelas rurales que existen en la provincia de Buenos Aires y en las que se lleva adelante el plan de Continuidad Pedagógica dispuesto por el gobierno en el marco de la suspensión de clases presenciales ante la emergencia sanitaria por el coronavirus.

La recorrida

Viernes por medio, las y los docentes rurales se reúnen antes de que aclare el día y, en la calle de tierra sobre la que está emplazado el edificio de la escuela, comienzan a descargar los cuadernillos con contenidos pedagógicos y los alimentos secos que se envían en camiones desde la provincia.
El establecimiento educativo -que tiene una matrícula de 412 alumnos cuyas familias se dedican a la producción hortícola- se erige a una cuadra de la capilla Inmaculada Concepción y muy cerca de la vieja estación, a 65 kilómetros de Brandsen, la ciudad cabecera del distrito.

Allí, con la agilidad propia de la experiencia adquirida en estos meses, los docentes pronto diagraman la logística del reparto para cada uno de los niveles educativos y parten en sus vehículos particulares a distribuir la mercadería en puntos previamente acordados con las familias.
Sandra Pennacchioni, profesora de plástica desde hace 22 años y directora del colegio secundario, cuenta a Télam: «Como un solo micro va hasta la escuela a la mañana, era riesgoso pedirles a las familias que fueran a retirar el material escolar y la mercadería al colegio porque podía generarse una aglomeración de personas», luego de que se dispusiera la cuarentena.
Por ello, decidieron junto a las directoras de la primaria, Miriam Volosin, y del jardín, María Cardoso, salir a entregar las tareas y la comida ellas mismas. Enseguida, se sumaron a la propuesta secretarias, profesores y auxiliares.
«Cada vez somos más y, en cada entrega, vamos en 9 o 10 autos a llevar todo a diferentes puestos de la ruta» hasta donde se acercan las personas a recibir las cosas, explica Pennacchioni.

Así, desde que el 20 de marzo se dispuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio, una larga caravana de autos recorre cientos de kilómetros cada 15 días para garantizar que niños, niñas y adolescentes pueden continuar estudiando y alimentándose en sus hogares.
Los viajes sirven además para que las docentes también lleven a las familias útiles, ropa y juguetes que distintos vecinos de Oliden les donan para ayudar a que quienes lo necesiten puedan sortear el momento de crisis.
«Ese encuentro con los alumnos y sus familias para nosotros es fundamental porque nos permite hacer un seguimiento personalizado, preguntarles cómo están, cómo trabajan con los cuadernillos o si tienen algún inconveniente», grafica.

Ese encuentro con los alumnos y sus familias para nosotros es fundamental porque nos permite hacer un seguimiento personalizado, preguntarles cómo están, cómo trabajan con los cuadernillos o si tienen algún inconveniente

SANDRA PENNACCHIONI, PROFESORA DE PLÁSTICA Y DIRECTORA
Seguimiento

Sandra detalla que «en el campo, la conectividad es escasa y son pocos los alumnos que cuentan con una computadora, por lo que la mayoría se maneja a través del celular» y añade que «los chicos viven en la zona de quintas y, como muchos de ellos trabajan, recién pueden enviar la tarea a las 11 de la noche».
Debido a esa realidad, las y dos docentes debieron readecuar sus horarios laborales y buscar diferentes estrategias para llegar a sus alumnos, atendiendo demandas también durante la noche mediante llamadas, mensajes de texto y de WhatsApp.

«La mayoría de las familias no terminaron la escuela primaria y a veces sienten que no tienen recursos para ayudar a sus hijos. Nosotras intentamos tener un acercamiento personalizado, pero no es lo mismo que estar en el aula y los chicos nos expresan que extrañan la escuela», agrega.
Pennacchioni destaca la emoción que atraviesa a maestros y alumnos en cada encuentro, afirma que ese acercamiento «es lo más importante» y evalúa que el contexto actual hizo que se revalorice el rol de la escuela.
«La escuela es todo para los chicos: cuando llueve y cuando hace frío, es el encuentro con sus pares y es un paréntesis en la vida de unos niños que trabajan en el campo todo el día, siguiendo las tradiciones familiares», describe Pennacchioni y expresa que «a la escuela venían, descansaban y estaban en contacto con profes, amigos y libros».
En cada entrega, las familias de Oliden agradecen la labor de las maestras y maestros con verduras de las quintas y hasta con coloridos cuadros que los niños de jardín pintan con témperas para ellos.
«Una escuela inclusiva es una escuela con proyectos, un lugar para estar y aprender junto a otros», indica un cartel impreso en tinta negra pegado en la pizarra que Sandra tiene en la dirección del colegio.

Con acciones concretas y grandes gestos, ella y sus compañeros demuestran que llevan esa premisa a la práctica todos los días. Orgullosa y consciente de ello, la directora destaca «la importancia de lo colectivo» y subraya: «Somos una comunidad y acá es más lo que uno se lleva que lo que uno da».

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