Con materiales reciclados, llevan duchas de agua caliente a barrios vulnerables
Sumando Energías logró que 85 familias accedan, de forma sustentable, a un servicio que antes no tenían.
Cuando a Débora Villarreal le propusieron construir un calefón solar con materiales reutilizados para que ella y su familia pudiesen bañarse con agua caliente, pensó que la estaban cargando.
«Vinieron un día y nos explicaron que el agua se podía calentar con el sol. Les pregunte qué teníamos que hacer y me dijeron: «Juntar botellas, latitas y cartones de leche». Yo no lo podía creer», recuerda la mujer, que tiene 32 años y vive en el asentamiento La Tablita, en Garín, junto con su esposo, Ariel, y sus hijos, Melina (13), Josefa (12), Andy (11) y Milena (6).
Eso que le parecía una locura es el mecanismo que desde hace más de tres meses les permite darse todos los días una ducha templada y segura, sin los riesgos de incendios y accidentes del precario termotanque eléctrico que tenían. «La primera que se bañó fue Josefa. Cuando empezó a salir el agua tan caliente era increíble. El calefón está hecho de materiales que uno tira o quema, porque acá no hay disposición final de la basura. El uso que se les da es espectacular», asegura Débora.
La suya, es una de las 85 familias que, hasta el momento, construyeron junto con el equipo de jóvenes profesionales y voluntarios que integran Sumando Energías su propio calefón solar.
Se trata de un proyecto social que nació en 2014 de la mano del ingeniero industrial Pablo Castaño, con el objetivo de que quienes viven en villas y asentamientos informales puedan acceder a un servicio que antes no tenían cubierto, mientras se concientiza sobre principios como las 3R, las energías sustentables y el cuidado del medio ambiente. «Siendo ingeniero y un apasionado de la sustentabilidad, quise mezclar ambas cosas, y así arrancamos con los calefones», recuerda Pablo.
Por debajo de unos caños pintados de negro, que absorben la radiación solar, los calefones llevan latas de aluminio, y luego dos capas de tetra brik y telgopor, que sirven como aislación. Eso se recubre con botellas de plástico, que producen el efecto invernadero.
«Funciona por el efecto termosifón: el agua, al calentarse en la parrilla del colector, se hace menos densa, empieza a subir hasta el termotanque y aproximadamente hace entre 60 ciclos para calentarse por encima de 40°, que es la temperatura que usamos para bañarnos», explica Pablo, de 31 años. «Todo eso funciona sólo por la energía solar. El sistema es muy robusto: una vez que lo dejás instalado, prácticamente no necesita mantenimiento».
El primero que hicieron fue para una mujer que en verano calentaba el agua al sol en bidones de 20 litros. «Con este mismo principio pero con mejoras, pudo construir su calefón solar, que funciona en todas las estaciones», dice el ingeniero.
Construcción comunitaria
Es sábado y 50 voluntarios se reunieron para construir con los vecinos de La Tablita calefones para dos familias: la de Víctor y Sabina Basualdo, y sus dos hijas, y la de Ofelia y César Flores, que tienen ocho.
La jornada empieza a las 9.30, con una capacitación. Sentados en el suelo de tierra del asentamiento, los voluntarios, los miembros de las familias beneficiarias y los vecinos que, como Débora, se acercan a ayudar escuchan las indicaciones. A los pocos minutos, ya van de un lado para el otro: mueven bolsas cargadas de botellas de plástico; cortan placas de telgopor con cutters; se dividen en mesas de trabajo entre cierras, talados y tarros de pintura.
No hay edad para dar una mano. Amelia, que tiene 3 años y es la hija menor de Sabrina, pinta unos caños de negro. Su mamá, de 29, está entusiasmada: «Vivimos en el barrio desde hace diez años. Soy ama de casa y mi marido es jardinero. Hasta hoy, para bañarnos calentábamos el agua en el calefón eléctrico. Cuando nos hablaron de esta posibilidad dijimos «¡bueno, lo vamos a probar!»», cuenta.
Desde el comienzo del proyecto, en septiembre de 2014, hasta hoy, los calefones solares llegaron no sólo al conurbano bonaerense, sino también a Bahía Blanca, La Plata, Salta y a la comunidad guaraní Pindoty I, en San Ignacio, Misiones, donde colocaron la primera ducha de todo el caserío.
Ernesto Sala tiene 45 años, es abogado y uno de los voluntarios de Sumando Energías, a quienes conoció por Facebook hace tres años. «Uno empieza por lo ecológico y se queda por lo social -admite-. Hay pocas actividades como ésta donde tenés la oportunidad de cambiarle la vida a una familia en un fin de semana».
A las 17.30, los colectores están casi terminados. Con una escalera, un grupo sube el primero al techo de la casa de Sabrina. Hay aplausos y gritos de alegría.
Para Pablo, la satisfacción «es plena»: «Ver que 50 voluntarios se levantan un sábado a la mañana para venir a construir junto a las familias y a los chiquitos del barrio su propio colector solar llena el alma. Para fin de año, nos proponemos llegar a unas 100 familias», concluye.
Se buscan voluntarios
Cada dos semanas, Sumando Energías convoca a voluntarios para fabricar los calefones solares. «Trabajábamos con talleres teórico-prácticos. Un fin de semana vienen voluntarios (particulares y también de empresas como parte de sus programas de responsabilidad social) que aprenden sobre energías renovables. Después, pasan a la parte de aprender haciendo: construyen los calefones con sus propias manos, junto a las familias», explica Pablo.