El programa de tres fases de Harvard para adelgazar de manera definitiva
Un experto de la Harvard Medical School investigó el impacto de los alimentos en las hormonas, el metabolismo, el peso corporal y el bienestar. Cómo es el plan alimenticio que ideó y que promete suprimir la sensación de hambre y fomentar la pérdida de peso sin afectar la salud.
La atención no debe estar en el famoso conteo de calorías. Tampoco en estrictos regímenes que prohíben en demasía y atentan contra la salud. La clave está en otro indicador: las células grasas. Este es el punto esencial que comprende un novedoso método del experto de Harvard Medical School David Ludwig, una eminencia en la materia que, partiendo de la concepción de que las dietas no funcionan, elaboró un plan en el que reinventa las reglas de la pérdida de peso.
«Por qué siempre tengo hambre», así denominó al trabajo plasmado en su libro en el que busca una fórmula diferente para adelgazar. Orientada y enfocada hacia aquellos que no logran sentirse saciados y no pueden dejar de pensar en comer, la investigación se centró en profundizar en cuatro vertientes: el metabolismo, las hormonas, el peso corporal y el bienestar. El objetivo fue identificar cómo los alimentos afectan a cada uno de ellos y a partir de ello saber cuál es la alimentación más indicada.
«Comer en exceso no te hace engordar, sino que es ese proceso lo que te hace comer de más. Las células grasas juegan un papel clave a la hora de determinar cuánto peso ganas o pierdes. Las dietas bajas en grasa actúan en tu contra, ya que provocan que las células grasas se autoabastezcan con más calorías, dejando muy pocas para el resto del cuerpo», señaló Ludwig. Y agregó: «Estas grasas activan una peligrosa reacción en cadena que te deja siempre con sensación de hambre, a la vez que tu metabolismo se hace más lento y, al final, acabas ganando peso, aunque comas menos».
El programa consta de tres fases. No se promete una pérdida de peso inmediata, sino que ofrece un progreso saludable. Y los resultados se traslucen en aproximadamente «1,5 kilos menos por mes» durante un año de corrido, sin reprimir las ganas de comer en ningún momento y sintiéndose «fenomenal». Un combo que luce atractivo y parece funcionar, de acuerdo con los ejemplos de pacientes que postea en sus canales sociales.
El primer paso consiste en superar los antojos, siguiendo una especial rutina alimentaria durante dos semanas. La ingesta se compone de un alto contenido de grasas (el 50%), mientras que el resto debe dividirse entre carbohidratos (frutas, legumbres, verduras sin almidón) y proteínas. No se puede consumir los derivados de cereales, papas y azúcares añadidos. En cambio, son recomendables los frutos secos, lácteos enteros y otros que con los planes basados en suprimir calorías serían imposibles.
En la siguiente fase se pretende lo que se llama «reprogramar las células grasas». Ahora es momento de empezar a reducir la cantidad de grasa consumida. Bajarla un 10% para en su lugar incrementar la ingesta de carbohidratos hasta el 35% y continuar con la misma proporción de proteínas. Se pueden añadir arroz integral, avena, quinoa o verdura almidonada (siempre que no sean papas).
«Haciendo esto reentrenarás tus células adiposas de manera que tu peso disminuya progresivamente hasta que se estabilice en su nuevo punto óptimo inferior», explicó el especialista. El proceso tiene un tiempo indefinido: puede tardar algunas semanas o extenderse durante meses, ya que dependerá de cada persona y su peso inicial.
La última etapa tiene como fin que cada paciente pueda perder peso de manera permanente, identificando las necesidades exclusivas del cuerpo e ideando un plan específico. Cada plato se compone mayormente de alimentos naturales (tomate, lechugas, pepino, acelgas, todo tipo de verduras) y debe tener alrededor de entre 115 y 170 gramos de proteína. Se incluye además media taza de cereales o verduras con almidón (papas, ajos, judías verdes) hasta tres veces al día.
También vuelven algunos permitidos, como las papas anteriormente mencionadas, el arroz blanco o el pan, aunque tratando de que todos los cereales sean integrales molidos y que conserven la fibra o grano entero.