¿Y ahora qué, Manu?
Ginóbili: «Ahora haré vida familiar y podré dormir en mi cama»
El bahiense evaluó el rendimiento de su equipo y evitó dar certezas sobre su futuro. «En este momento no me interesa pensar en una próxima temporada», afirmó.
Si bien le queda un año de contrato en San Antonio, Ginóbili debe decidir su futuro en la NBA.
Para Manu Ginobili es tiempo de descansar y de reflexionar sobre su futuro.
Quienes comenzaron a seguir la NBA recién cuando él debutó el 29 de octubre de 2002. Quienes miran los partidos desde mercados tan remotos como China, Tailandia o Japón. Quienes han trasnochado en la Argentina durante 16 años, postergando salidas con amigos o negociando el manejo del control remoto con sus parejas… hasta que los amigos y las parejas también se sumaron como espectadores. Quienes jamás imaginaron ver algo igual en sus vidas, más allá de que la Generación Dorada los «malacostumbró». Y quienes siguieron los saltos del «20» de San Antonio Spurs desde pibes hasta la adolescencia.
Todos los que vieron irse a Emanuel Ginóbili al vestuario después de la eliminación en la primera ronda de los playoffs ante Golden State se hacen la misma pregunta: «¿Y ahora qué, Manu?»
Manu Ginóbili, en la serie de playoffs contra Golden State.
Es un interrogante que abarca dos dudas al mismo tiempo. ¿Y ahora qué será del futuro del bahiense? ¿Y ahora qué será de los espectadores, en caso de que decida retirarse? Sobre todo de los consumidores nacionales, ya que de no jugar más Manu, no verán más argentinos en la NBA. Al menos por ahora…
Lo que no es poca cosa y marca una era, teniendo en cuenta que desde que Juan Ignacio Sánchez y Rubén Wolkowyski debutaran en 2000, hubo sangre celeste y blanca ininterrumpidamente.
Manu Ginóbili encara a Kevin Durant, la estrella de los Warriors.Foto: AFP
¿Y ahora qué, Manu? Será la pregunta extendida hasta el hartazgo y hasta que Ginóbili confirme su decisión. Antes de esta temporada, se había tomado mucho tiempo, porque recién lo comunicó vía Twitter el 19 de julio de 2017, 19 días después de la expiración de su contrato.
La decisión está en sus manos, porque su contrato de cinco millones de dólares por dos años está en plena vigencia. Sólo se cortaría en caso del retiro, no por resolución de la franquicia, donde lo aman desde el manager R.C. Buford y Gregg Popovich hasta los acomodadores del estadio AT&T Center.
«Yo juego. Después, si fue o no el último lo miraremos en retrospectiva. Trato de no decir, de no pensar. ¿Qué gano si lo digo hoy o lo digo dentro de un mes? Nada mejor que pensar las cosas con tiempo«, le había dicho Ginóbili a Clarín durante la serie contra los Warriors.
No hay por qué sugerir, deslizar, imaginar o (mucho peor) inventar que Manu tiene en claro si jugará la temporada 2018-2019 con 41 años. Sólo se puede plantear el escenario al que se enfrenta, que tiene claras diferencias con decisiones anteriores.
A los 40 años, Manu Ginóbili demostró su auténtica pasión por el básquetbol.Foto: Reuters
Lo más importante es que Ginóbili está sano, jugó a un nivel superior del que se esperaba, siguió siendo el líder emocional del vestuario, contagió a los fanáticos, movilizó una oleada de turismo deportivo argentino hacia San Antonio y asombró hasta al mismísimo Popovich.
Este Manu no es el mismo que llegó a la NBA a los 25 años, pero quién pudiera jugar como él a los 41 en la liga más competitiva del mundo. Todos lo firmarían. Al menos quienes disfrutan con ejercer su pasión.
En la faz deportiva, con Tony Parker en sus últimos días de contrato, con la incertidumbre de saber qué pasará con el lesionado Kawhi Leonard (los Spurs dudan en ofrecerle los 219 millones de dólares por cinco años con el que se lo iban a asegurar) y con la certeza de lo que costó llegar a estos playoffs, los Spurs viven -como sintetizó Ginóbili- los últimos vestigios de una dinastía que terminó con el adiós de Tim Duncan.
Pero hay una diferencia sustancial a otros recesos: el duro golpe recibido por Popovich con la muerte de su esposa Erin, que destrozó el ánimo del plantel. Especialmente a Manu y a Parker, lógico. ¿Se irá el argentino del básquetbol con su entrenador en carne viva? ¿Quién es quién para decir que un deportista -o un ser humano, básicamente- debe separar el profesionalismo de su trabajo con los sentimientos? Al cabo, ¿quién controla eso?
Manu Ginóbili, con el entrenador Gregg Popovich y Tony Parker, sobrevivientes de la dinastía que se originó con Tim Duncan.
Terminó la temporada para Emanuel Ginóbili. Habrá reunión de equipo con el balance final. Habrá vacaciones. Habrá tiempo para pensar. Habrá charlas en el hogar con su alter ego: Marianela Oroño, su esposa, factótum de la estabilidad emocional y afectiva del bahiense. Y entonces llegará la decisión: continuar con el segundo de los dos años del contrato o apartarse de las canchas.
«Trato de tocarlo antes de cada partido y de recordar lo que ha significado para nosotros durante estos años y cuán importante ha sido en nuestro éxito. Pienso que lo estoy disfrutando más que nunca porque siento que estoy a punto de perderlo”, había dicho Popovich poco antes de la clasificación a los playoffs.
Hasta el mítico entrenador se hace la pregunta que se hacen todos: «¿Y ahora qué, Manu?